"Se puede dar esta función al cable recubriéndolo con una sustancia química que atraerá un anticuerpo concreto", comentó el Profesor Peter Ashburn paraElectronics Weekly. "Los anticuerpos suelen tener carga, por lo que alteran la conducción del nanocable; esa alteración se puede detectar".
Una versión sencilla podría consistir en un cable de silicio de 1µm de ancho sobre la superficie de un chip, señaló Ashburn, aunque esto podría no ser lo suficientemente sensible.
"Para lograr una sensibilidad más alta, se necesita una relación volumen-superficie mayor, por lo que un cable de 50nm es una ventaja", explicó.
Para incrementar aún más la sensibilidad, además de disminuir el grosor del cable la Universidad propone exponer a los anticuerpos no sólo la parte superior del cable, sino también sus laterales –el bioequivalente de un FinFET– o incluso la totalidad del cable suspendiéndolo en el aire.
Además de la estructura de detección, de la que el equipo espera tener un prototipo en 12-18 meses, el plan de tres años incluye la integración de dispositivos electrónicos y microfluidos para producir un dispositivo independiente que permite la realización rutinaria de análisis de sangre en las consultas de los médicos de cabecera.
Para ello, el grupo de nanotecnología de Ashburn y la Facultad de Medicina de la Universidad han recibido 1.330.346 libras del programa “Nano Grand Challenge in Healthcare” del gobierno.
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