jueves, 29 de julio de 2010

Con dos Terrones

En el número 56 (Abril-Junio, 2010) de la revista electrónica ALEPH ZERO (http://alephzero.udlap.mx) he publicado un ensayo titulado "CIENCIA DE EXPORTACIÓN. O SOBRE CÓMO MANDAMOS A LOS HERMANOS TERRONES AL EXTRANJERO", tratando de generar una reflexión sobre las dificultades de hacer ciencia de alta calidad en México, de formar e incorporar recursos humanos de alto nivel en las instituciones de investigación nacionales y de los obstáculos para trabajar de una manera honesta y genuina en nuestro país.

El interesado en leerlo, pueden accesarlo diréctamente en la liga de ALEPH ZERO, o en el blog de ALEPH ZERO o como documento en PDF aquí.

Disfruten la lectura. Una versión de texto está disponible a continuación:


CIENCIA DE EXPORTACIÓN. O SOBRE CÓMO MANDAMOS A LOS HERMANOS TERRONES AL EXTRANJERO


“La esperanza tiene dos hijas: la ira y el valor. La ira para indignarse por la realidad y el valor para enfrentar esa realidad e intentar cambiarla.”
(San Agustín de Hipona)

México es tan rico en recursos (naturales y humanos) que puede presumir de ser un país exportador. A la par de la disminución del petróleo –en otro tiempo nuestra mayor mercancía de intercambio comercial- se ha incrementado la exportación de otro recurso no renovable: nuestra gente. Algunos migrantes han cruzado las fronteras por su propio pie en busca de un trabajo y estabilidad económica. Otros más han debido abandonar el país para encontrar un ambiente laboral, intelectual, político o de libre pensamiento que permita desarrollar sus labores creativas, intelectuales o sociales, aun cuando aquí los necesitamos, los requerimos, nos urgen. Ambas situaciones son dos caras de un fenómeno complejo, cuyas consecuencias negativas afectan a nuestra sociedad en conjunto: la corrupción, la impunidad, el abuso de autoridad y las mafias de poder. En particular, a pesar de los esfuerzos recientes de transparencia y rendición de cuentas, estas plagas se han introducido en lugares tan inimaginables como las instituciones de investigación científica y tecnológica. Se calcula que la pérdida económica para nuestro país derivada de la fuga de cerebros[1] –más de 20,000 personas al año- se encuentra en el orden de los 100,000 millones de pesos, una cantidad enorme si consideramos que el Presupuesto de Egresos de la Federación 2010 aprobado por la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados es de 196 mil 415 millones de pesos (Méndez y Garduño, 2009). Considerando toda la emigración de connacionales hacia el extranjero, se estima que el país tiene un déficit anual de entre 10 y 15% de su PIB derivado de las pérdidas económicas asociadas a impuestos, propiedad intelectual, contratación de mano de obra capacitada extranjera y balanza comercial tecnológica negativa. El impacto de dichos recursos no disponibles para el gasto de desarrollo y equidad social es impresionante, ya que podrían –si la situación fuera otra- disminuir e incluso eliminar las diferencias educativa, económica y social que imperan en el país en menos de 2 décadas a través de una estrategia apropiada de inversión y aplicación de recursos. La situación es similar en el resto de América Latina; la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) estima que 1 de cada 25 científicos latinoamericanos reside en un país distinto al de origen, concentrándose principalmente en Estados Unidos, España, Portugal, Italia, Gran Bretaña, Alemania y Suiza (Datos de la CEPAL, 2004). Para comparar, tan solo en Estados Unidos se encuentran más de 552 mil connacionales con preparación académica igual o superior a licenciatura, mientras que en México el Sistema Nacional de Investigadores agrupa a unos 16,600 individuos. De acuerdo a información del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), entre 1990 y 2010 más de 100,000 personas –con una inversión superior a los 32,000 millones de pesos- han recibido algún tipo de apoyo económico para realización de estudios de posgrado en el país y en el extranjero, de los cuáles más de 2,500 científicos beneficiados han decidido no volver al país, lo que representa cerca de 1,140 millones de pesos perdidos en becas que no repercutieron al desarrollo nacional (Martínez, 2008). Incluyamos además la apatía y desinterés que de manera cíclica y constante distintos actores manifiestan hacia el desarrollo de políticas y estrategias serias en Ciencia y Tecnología y a la carencia de compromiso de capitales de riesgo e inversión que nos pongan en niveles similares a los de otros países (en este rubro, México ocupa en nada honroso último lugar entre países miembros de la Organización para la Cooperación del Desarrollo Económico, OCDE, con 0.4% del PIB, de acuerdo a cifras de Enero de 2010 de la institución). Ante la situación expuesta antes, además de sentir admiración por los pocos científicos mexicanos que desde su trinchera nacional cargan sobre sus hombros la pesada –y titánica- tarea de aportar soluciones ingeniosas e innovadoras a los múltiples problemas que aquejan al país, no nos queda más que preguntarnos, primero: ¿Cuáles son las causas que motivan a un mexicano a arriesgarse profesionalmente en una carrera científica o tecnológica? y segundo, ¿Por qué una vez formado este valioso recurso humano, que ha sorteado por cuenta propia numerosas dificultades y sinsabores, por situaciones diversas y absurdas, lo expulsamos?

En 1985, Harold Kroto, Richard Smalley y Robert Curl publicaron en la revista Nature uno de los artículos con nombre más corto (‘C60: Buckminsterfullerene’), que en dos palabras dio inicio a una carrera en la búsqueda del control para construir entidades moleculares con estructuras regulares y propiedades únicas: el corazón de la nanociencia y la nanotecnología. El boom de dicha publicación alcanzó a un par de jóvenes mexicanos, en ese entonces estudiantes de Ingeniería Física en la Universidad Ibereoamercana, los hermanos Mauricio y Humberto Terrones Maldonado. Como muchos otros jóvenes y científicos en todo el mundo, una motivación por estudio de esas maravillosas estructuras derivadas del carbono nació; veinticinco años después, numerosos sistemas han sido preparados, estudiados y aplicados al desarrollo de nuevas tecnologías, entre ellas nanotubos, grafeno, nanoconos y por supuesto, fullerenos.

El interés personal de Humberto y Mauricio por la ciencia se incubó desde una edad temprana. Cuando niños, su abuelo, el ex senador por Durango y participante en la elaboración de la Constitución de 1917, el abogador y minero Alberto Terrones, les motivó a maravillarse con el mundo que les rodeaba, enseñándoles que la curiosidad es una herramienta fundamental para comprender los fenómenos del universo. Pero al mismo tiempo les enseñó que este país requiere de ciudadanos honestos y con el valor para denunciar lo que está mal, pues sólo señalando lo erróneo podemos corregir el rumbo para salir adelante. Armados con esa curiosidad y principios, consideraron estudiar Física ya que esta disciplina científica les permitiría aproximarse de una manera formal y elegante a la comprensión de la naturaleza, sin distorsiones en la interpretación pues el lenguaje de las ciencias no se presta a malinterpretaciones ni subjetividades. Al menos así lo pensaron al principio. De esta forma, se graduaron con honores del programa de Ingeniería Física de la Universidad Iberoamericana, cuyo lema “Laverdad nos hará libres” quedó grabado con fuego en sus corazones (Humberto en 1987, Mauricio en 1992). Los antecedió en su amor a la ciencia su hermano Guillermo, quien formó parte de la primera generación de Ingeniería Física de la Iberoamericana y quien actualmente trabaja como investigador en un prestigiado laboratorio gubernamental norteamericano; probablemente los hermanos Terrones del siglo XX –Guillermo, Mauricio y Humberto- constituyan un caso extraordinario, no solo en México sino en el mundo, por su enorme calidad científica –y humana-, quizá comparable con la de los hermanos Bernoulli, que realizaron importantes aportaciones a la medicina, la física, las matemáticas y la jurisprudencia en los siglos XVII y XVIII. Una guía notable que tuvieron a lo largo de su formación académica profesional fue la del notable investigador Leopoldo García Colín Scherer, uno de los físicos mexicanos más destacados del siglo XX. De manera premonitoria, durante un seminario, el Dr. Colín les recomendó salir del país a aquellos con ganas de hacer investigación, sin sospechar que tal situación ocurriría, contra la voluntad de los hermanos Terrones, al paso del tiempo. Este consejo no debe extrañarnos, pues en fechas recientes la Dra. Rosaura Ruiz, quien fungió como presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) en el periodo 2008 a 2010 expresó en una entrevista algo similar: “El problema de México, es que no existen el soporte ni las condiciones para apoyar el nivel de trabajo que requiere un premio Nobel”, indicando además que los científicos mexicanos que tienen éxito en el extranjero son una muestra de la enorme calidad de nuestra gente (Herrera, 2010). En otras palabras: somos buenos para la ciencia, pero no aquí. Si quieres hacer ciencia de calidad, como recomendó García Colín a sus estudiantes, vete del país. Y al menos con la intención de estudiar fuera, para luego volver a su país a aplicar lo aprendido, Humberto y luego Mauricio, viajaron a Inglaterra para hacer estudios de posgrado.

En México los trabajos relacionados a materiales nanoestructurados tienen su propia historia, la mayoría relacionada a los trabajos de investigación en la UNAM y otras instituciones de educación superior públicas del país. Sin embargo, en relación a las nanoestructuras de carbono, y en particular a los nanotubos de carbono, el primer laboratorio nacional dedicado a la preparación, caracterización y estudios teóricos de éstos se instaló en 1991 en el Instituto de Física de la UNAM en Juriquilla, Querétaro, bajo el liderazgo del Dr. Humberto Terrones, quien decidió volver a México para ser pionero en esta área en América Latina. Humberto, quien realizó sus estudios doctorales en el Birkbeck College de la Universidad de Londres, Inglaterra, era ya reconocido internacionalmente por haber aplicado herramientas matemáticas de topología para la comprensión de las estructuras y propiedades de los nanomateriales, y en particular por haber introducido el concepto de curvatura en dichos materiales. Tal era la trascendencia científica del trabajo de Humberto en ese entonces, que la revista TIME lo reconoció en 2001 como uno de los líderes latinoamericanos del nuevo siglo. Ante el reto de probar sus modelos teóricos con sistemas experimentales, invitó a su hermano Mauricio, que a la sazón realizaba su doctorado en la Universidad de Sussex bajo la supervisión del Dr. Harold “Harry” Kroto – quién participó en el descubrimiento original del C60 y compartiría con el resto de su equipo el Premio Nobel de Química en 1990 -, a participar en su grupo de trabajo y posteriormente en 1999 apoyó su repatriación al mismo lugar donde él trabajaba. Hay que señalar que Humberto tuvo que convencer a Mauricio de volver a México, puesto que tenía atractivas ofertas de trabajo en institutos de investigación de Inglaterra, Alemania y Japón, por mencionar algunos países interesados en contratarlo. El cariño de Mauricio a su país le motivó a volver; no obstante, resulta por demás curioso que el primer proyecto de investigación de Mauricio solicitando financiamiento haya sido rechazado. Pero esto no lo desmotivó y sometió más y más proyectos al paso de los años. Luego de casi diez años de propuestas sometidas y aprobadas, los doctores Terrones y su grupo de investigación recibieron financiamiento por más de 10 millones de dólares para realizar distintos proyectos de investigación en nanociencias y nanotecnología. Nada mal para un par de jóvenes investigadores en su primera década de trabajo en México.

La destacada trayectoria académica y de investigación de los doctores Terrones llena muchas carpetas, que compilan los cursos, honores, publicaciones, proyectos, congresos, conferencias, libros, entrevistas y estudiantes formados bajo su tutoría y que son fácilmente rastreables en una búsqueda en la internet. Sus contribuciones específicas permitieron la consolidación de un grupo de investigación mexicano altamente productivo y competitivo en nanociencia y la nanotecnología, mismo que fuera reconocido entre los 10 mejores del mundo (Marx y Barth, 2008). Los colegas y estudiantes que han colaborado con ellos multiplican su filosofía y modelo de trabajo, extendiéndolo por el país y demostrando que trabajando en México, con la mente abierta a colaborar puede hacerse ciencia de alto nivel. Porque la ciencia es una actividad internacional, sin fronteras. Forman parte de ese grupo de científicos mexicanos que a pesar de las dificultades económicas, sociales y políticas, no permiten que dichas barreras les impidan contribuir de manera significativa, innovadora y muy competitiva; trabajar de par a par con los mejores del mundo, publicar con ellos, conversar como iguales. Nos enseñan, como una fábula moderna, que la verdadera brecha entre los países industrializados y en desarrollo existe por una discapacidad cultural de ver a la ciencia como una actividad necesaria, compartida y universal. Nos hacen darnos cuenta que hacer ciencia de calidad no es una cuestión de nacionalismos o institucionalismos malinterpretados, sino de trabajo arduo, abierto y colaborativo. De compartir recursos y conocimiento con quienes los requieren, de ofrecer la mano con respeto, basados en los valores personales y la ética profesional. Lamentablemente en el proceso de trabajar, señalaron con fuerza las deficiencias, con voz fuerte expusieron sus críticas al sistema. Se inconformaron cuando les pusieron un ultimátum, un hastaaquí, un estatequieto. Y como no podían silenciarlos, con excusas carentes de solidez, los despidieron.

Por todo lo anterior resulta complejo explicar a las jóvenes generaciones interesadas en dedicarse a la ciencia y la tecnología en México, cómo es que dos de las mentes mexicanas más valiosas y productivas en el campo de las nanociencias y los materiales avanzados de carbono, Humberto y Mauricio, se encuentren ahora trabajando en Bélgica y en España, respectivamente (aunque Mauricio a partir de Agosto migrará nuevamente, esta vez a Japón, para formar parte del proyecto “Dream Team” –equipo de ensueño- de la Shinshu University, un esfuerzo sin precedentes por conformar el grupo de investigación más importante del mundo en nanomateriales de carbono). En este punto, algunos se cuestionarán si es en serio aquello de que si quieres hacer ciencia de verdad, de esa que puede competir por un premio Nobel, debes irte del país. Las sinrazones y justificaciones de varios actores administrativos y académicos de la ciencia nacional sobre el polémico y arbitrario despido de los doctores Terrones de sus plazas de trabajo –supuestamente definitivas, lo que sea que signifique este término - en el IPICYT, son solo la punta de una enmarañada madeja. Este despido parece un ajuste de cuentas, una venganza ante el insoportable hedor de la verdad que incomoda por su franqueza.

“Lo pequeño es hermoso”, dice una frase. Hoy contemplamos con horror que también “pequeño” puede emplearse como un calificativo del poder. Y no solo en términos de las propiedades y aplicaciones que aparecen en los materiales con dimensiones en escalas diminutas, sino también en la forma como se ejerce la autoridad en un área de tanta importancia estratégica para nuestro país como es la ciencia y la tecnología. “Pequeño” como diminutivo también tiene cabida cuando los que tienen la capacidad de tomar decisiones, deciden soslayar el desarrollo nacional para proteger intereses, de alguna persona o de un grupo. El empujar a dos científicos mexicanos de gran prestigio y reconocimiento internacional al exilio, pareciera una paradoja en un país que tiene un investigador por cada 10,000 habitantes. Cerrarles las puertas para continuar su trabajo en México a través del miedo, la calumnia y la intimidación es a todas luces inaceptable. Lamentablemente la comunidad académica nacional ha guardado un silencio cómplice y vergonzoso, a diferencia de las voces de protesta internacionales (Bonfil, 2010). Cómo si la respuesta a tal acción fuera simplemente esperar a que, de manera espontánea, otros investigadores exitosos aparezcan en alguna parte, aunque finalmente tendrán que repetir el ciclo de alinearse alstatus quo impuesto por el establishment académico, o ser excluido, rechazado, exiliado en el caso extremo. Sin embargo la ciencia de verdad no es una cuestión de recursos económicos o de infraestructura de investigación para llevarla a cabo. En México poseemos algunos laboratorios con equipamiento de primer mundo y sin embargo el impacto efectivo de la investigación científica sigue siendo bajo; tal vez la razón sea, como lo ha mencionado tantas veces Marcelino Cereijido, el que nos han impuesto una mentalidad y forma de trabajo que trata de excluir a los que trabajan y piensan diferente. Eso explica el por qué tenemos investigación, pero no ciencia (Cereijido, 2004).
Hace unos meses me tomé un café –en espacios y tiempos separados- primero con Humberto (en Puebla) y luego con Mauricio (en Guanajuato). Charlamos sobre el pasado, el presente, pero principalmente sobre el futuro. ¿Qué es lo que viene? La respuesta se puede sintetizar simplemente en continuar trabajando. Trabajando por acabar con la impunidad y corrupción que ocurren a veces entre quienes se supone que deben proteger y fomentar la actividad científica nacional. Todavía discuto con colegas respecto a este caso, a veces frente a una taza del oscuro néctar. Cuando me preguntan que cómo quiero mi café, la respuesta es simple: con dos Terrones, por favor.

Referencias:
- Méndez, Enrique y Garduño, Roberto, “Insuficientes recursos a educación para 2010; la negociación, fallida”, LA JORNADA, Domingo 15 de Noviembre de 2009.http://www.jornada.unam.mx/2009/11/15/index.php?section=politica&article=003n1pol
- Martinez, Nurit, “Fuga de cerebros cuesta a México 1140 millones de pesos”, EL UNIVERSAL, Martes 26 de Febrero de 2008.http://www.telegenio.org/noticias/noticias-nacionales/fuga-de-cerebros-cuesta-a-mexico-1140-millones-de-pesos.html
- Herrera, Gade, “De México para el mundo”, Revista VÉRTIGO, 4 de Mayo de 2010.
- Marx, Werner y Barth, Andreas, “Carbon Nanotubes – A scientometric study”, Physica Status Solidi (b), 245(10), 2347-2351, 2008. http://sciyo.com/download/pdf/pdfs_id/10022
- Bonfil, Martin. “Nanoescándalo a la mexicana”, Diario MILENIO, Miércoles 24 de Marzo de 2010.http://impreso.milenio.com/node/8740095
- Cereijido, Marcelino. Por qué no tenemos ciencia, Editorial Siglo XXI, 2ª edición, 2004, México.

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola Mi nombre en Hansel Rivera,
me gustaria comentarles cuan parecida es esta problematica con la que se vive en las empresas de todo tamaño en Mexico.

Hice mi master en quality management systems y estoy convencido que el problema de crecimiento, en general y en particular, es un problema de management; de ahi que no es gratuito que en la norma ISO 9001:2008 se tenga como requisito el "apoyo explicito de la alta direccion" para que el Sistema de Gestion de la Calidad funcione, y cuando asi ocurre la empresa logra importantes logros en materia de ambiente laboral y ahorros por retrabajos y desperdicios y despues otros mas avanzados.

Es una lastima que muchos academicos sigan considerando como ciencia y tecnologia solo aquello que tiene que ver con el hardware (moleculas, procesos quimicos, maquinaria, simuladores,...), pues a final de cuentas todos formamos parte de alguna Organizacion Productiva que requiere un diseño y si carece de tal, ocurren cosas como las que se platican en este foro...

No se angustien, el caso de los hermanos Terrones ocurre a diario en la vida laboral de todo Mexico- !no se entienda como sarcasmo o indolencia! -; aquellos que nos dedicamos a la Calidad buscamos contribuir a planificar Organizaciones Productivas para satisfacer las espectativas de clientes externos e INTERNOS (trabajadores, staff, etc) y como pueden ver en este caso hay que romper muchas formas atrasadas de pensamiento administrativo que no sabian lidiar con la administracion del talento y el conocimiento como parte del valor agregado en el producto final (ciencia, silla, computadora, lapiz, servico de telefonia...).

Recomiendo dar una lectura a esta area de la ingenieria: quality management systems.

NOTA. perdon por los acentos, no funciona bien mi teclado.