Los científicos están vestidos con mameluco, cofia, polainas y guantes de un blanco nieve. El resplandor es de los instrumentos que brillan por sus lentes y metales pulidos. Hay robots que mueven sus espátulas con precisión y hasta cierta elegancia. Los microscopios trabajan con ares de láser. El ambiente está presurizado. Y todo está cubierto por una luz ámbar que termina de dar al lugar una atmósfera de nave espacial. Toda esa actividad se ve desde grandes ventanales. No se puede ingresar de ninguna manera, aunque se puede seguir todo el movimiento en una sucesión mientras se camina por un larguísimo pasillo por el que van apareciendo los laboratorios. El director técnico de todo este complejo del Centro de Sistemas en Nanoescala de la Universidad de Harvard es Eric Martin, que mira a sus pupilos con un indisimulable dejo de orgullo. Es que aquí se trabaja en los adelantos científicos que van a transformar el mundo en los próximos 25 años.
Sin duda nuestra infraestructura informática va a cambiar radicalmente, dice Martin mientras saluda a cada científico que trabaja detrás de los ventanales. Habrá una interacción entre el hombre y las computadoras. La infraestructura en comunicación también va a cambiar. La disponibilidad de nuevas frecuencias para radio y aplicaciones de detección van a cambiar nuestra vida, así como ahora damos por sentado que tenemos fuentes baratas de radiación de infrarrojos. Este descubrimiento cambió nuestra vida en los últimos veinte años en cosas simples: aparecieron los controles remotos, los reproductores de CD baratos, las fuentes ópticas visibles, el almacenamiento de alta densidad. Aquí estamos trabajando en fuentes de longitud de onda de dos milímetros, algo que modificará totalmente las comunicaciones y el entretenimiento. Habrá cambios absolutos en la aplicación de medicinas y diagnóstico médico. Ya aquí tenemos la posibilidad de tomar tomografías de alta resolución en 3D. Un tema muy común de trabajo también es la investigación de las fototecnologías y de energía solar. Hay decenas de grupos trabajando en la búsqueda de fuentes limpias de energía. En 25 años todo esto estará al alcance del hombre común".
El de Martin es apenas uno de los más de cincuenta laboratorios que se suceden en las 30 cuadras de esta zona de Cambridge, frente a Boston, donde se levantan los campus del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y Harvard, dos de las más prestigiosas universidades del mundo. Clarín vino hasta aquí a ver cuáles serán los avances que transformarán nuestras vidas en el próximo cuarto de siglo.
Tomando la Red Line del subterráneo y a sólo dos estaciones, en Kendall, nos acercamos a la Sloan School of Management, donde trabaja un grupo de estudiantes de doctorado provenientes de la India, Pakistán, China y Malasia, dedicados a explorar la transformación de la producción agrícola y ganadera. "Hace 20 años logramos desactivar la bomba de la sobrepoblación con una revolución verde. Los fertilizantes, pesticidas, herbicidas y las nuevas técnicas de cultivo hicieron posible que pudiéramos cosechar alimentos en forma suficiente para esa población en expansión, particularmente en Asia. Pero la demanda continúa y es más rápida que nunca antes en la Historia. Ahora tenemos que hacer posible una nueva revolución basada en la biotecnología y la genética. Y veremos su resultado en menos de dos décadas", explica el malayo Azizah. De acuerdo a estos doctorandos, se trata de producir en forma más eficiente. Por ejemplo, los 550 millones de hamburguesas Big Mac que se consumen en Estados Unidos cada año tienen un costo de energía de 297 millones de dólares y largan a la atmósfera más de un billón de kilos de dióxido de carbono y metano. Hay que producir y consumir otro tipo de alimentos, dicen. "Ya no se puede vivir como en la época de los romanos, produciendo aceite de oliva, vino y cereales, criando ganado en forma libre y pescando indiscriminadamente", explica una chica india. Y como ejemplo pone unas raciones de lo que llaman "nutraloaf", una especie de torta que contiene porotos, espinacas, leche, papas, pasta de tomates, zanahorias, pasas de uva, queso y aceite vegetal. Es la supuesta ración perfecta para la mejor nutrición del ser humano y la menos contaminante de producir para el medio ambiente. Ya se les está dando como experimento a los presos de algunas cárceles de California. Pero su gusto y su aroma son tan desagradables que hubo varios juicios contra el Estado, por alimentar a los reclusos con "desechos orgánicos". Sin embargo, esa pareciera que va a ser la tendencia de lo que vamos a comer dentro de un cuarto de siglo. "Tenemos que criar vacas cada vez más eficientes en cuanto al tipo de carne que nos dan, y faenarlas con el menor impacto ambiental posible. Y este principio será el mismo para toda la cadena alimenticia. Vamos a ver granjas de producción ubicadas muy cerca de las comunidades que consuman sus productos para minimizar los fletes, campos donde se podrá plantar en diferentes niveles para ahorrar espacio y mayor producción en los mares, verdaderas granjas acuáticas", asegura Azizah.
Esperanzas para los inválidos
En el programa de bioquímica y biofísica de Harvard buscan otro tipo de eficiencia: la de la energía humana. Un grupo de científicos locales trabaja junto a un equipo de la Universidad de Carolina del Norte sobre proteínas que provocan el movimiento. Lograron desentrañar uno de los grandes misterios científicos: cómo se convierte la energía química en fuerza mecánica. Descubrieron que la proteína dineína se transforma para realizar una función celular vital que provoca el movimiento. "Sabíamos que había un motor que quemaba gases, pero no cómo se movían las ruedas", dice el profesor de farmacología Timoty Elston en la presentación oficial del estudio publicada en una revista de la Academia Nacional de Ciencias. "Ahora sabemos dónde se genera la energía y que recorre un larguísimo camino hasta convertirse en movimiento, hasta hacer que el ser humano mueva una mano o una pierna, por ejemplo".
Este descubrimiento podría llegar a ayudar a entender el movimiento del cuerpo humano y de qué forma el cerebro transmite la orden del movimiento. En unos 20 o 30 años, tal vez, se podría pensar en desarrollar una combinación de estímulos cerebrales y proteicos para hacer que una persona inválida pueda volver a tener movimiento en los músculos atrofiados. Hay en ésta área de Boston al menos diez equipos intentando descifrar estructuras moleculares que podrían abrir un amplísimo abanico de posibilidades.
Para que todas estas ideas logren traspasar los laboratorios y se conviertan en realidad hay que recurrir a la innovación. Wikipedia ofrece una definición de este concepto: "es la aplicación de nuevas ideas, productos, servicios y prácticas, con la intención de ser útiles para el incremento de la productividad. Un elemento esencial de la innovación es su aplicación exitosa de forma comercial. No solo hay que inventar algo, sino, por ejemplo, introducirlo en el mercado para que la gente pueda disfrutar de ello". Para ver esto en la realidad, el mejor lugar es el laboratorio de ideas del profesor Ken Zolot en el Stata Center, el edificio futurista ideado por Frank Gehry en el que las líneas arquitectónicas se quiebran constantemente. Zolot está dando conferencias en Japón, pero aquí se encuentra su discípulo dilecto, el catalán Luis Pérez Breva. "Pensamos en un proceso para entender cómo podemos ayudar a que las investigaciones que se hacen aquí tengan un impacto en la sociedad", dice Pérez Breva con un porte de galán de película de acción y enorme simpatía. "Y creemos que se puede innovar totalmente cada idea. Tomando como base el desarrollo de un plan de negocios, pensamos que para ayudar a que la investigación básica sea percibida por la sociedad como un avance, es necesario realizar todo un proceso previo mediante el cual descubriremos si esta investigación nos deparará aplicaciones interesantes en el mercado o si por el contrario nos llevará a nuevas direcciones de investigación, si es mejor licenciarla para que una empresa que ya está en el mercado la lleve a cabo o si es mejor asociarnos con otra empresa para ayudar a ponerla en práctica. El objetivo final es que esta nueva invención tenga un impacto en el ser humano".
La clave de todo esto es la educación, el trabajo interdisciplinario y la conexión con la industria. Aquí ya se trabaja en modelos educativos en los que un ingeniero electrónico, un cirujano y un antropólogo terminen desarrollando ideas para mejorar la producción hidroeléctrica en el norte de Bangladesh. En 25 años ya no habrá carreras de enorme éxito y otras olvidadas; todas las disciplinas tendrán que elaborar redes interactivas. Los ahora llamados hombres de negocios, empresarios y emprendedores no tendrán que salir indefectiblemente de una escuela de negocios. Podrán ser personas que estudien sociología, historia o hidráulica, pero que en su carrera vayan adquiriendo conocimientos diversos de muchas otras disciplinas. Algo así como un regreso al hombre renacentista, y un alejamiento de la especialización extrema. "En los últimos años se dieron muchísimos cambios en la manera en que entendemos los negocios a través de innovaciones en los modelos que son también increíbles cambios de paradigmas. El caso de los microcréditos, por ejemplo, muestra una innovación absolutamente descomunal que no solamente nos enseña cómo mejorar el tejido social a base de darle más poder a la gente de a pie, sino que además nos enseña un modo que nos habíamos olvidado. Todos los grandes emprendimientos de principios del siglo XX comenzaron de esa manera. Alguien que ve la necesidad y que encuentra la manera de resolver el problema con menos complicaciones que ningún otro", cuenta Pérez Breva mientras da cuenta de un café en el lobby del edificio de líneas descompuestas creado por Gehry.
De regreso a Harvard, en una librería fascinante donde es posible encontrar cualquier ensayo que pueda buscarse, uno de los best-sellers es Iconoclast, de Gregory Berns, un neurocientífico explica cómo se puede pensar diferente. Dice que los iconoclastas son personas que "pueden hacer lo que otros dicen que no se puede". "Creatividad e imaginación comienzan con la percepción. Después de los últimos estudios del cerebro y el comportamiento, sabemos que la percepción no es simplemente el producto de losque los ojos y los oídos transmiten. Es producto del cerebro en sí mismo. Una persona ordinaria percibe el mundo de acuerdo a sus experiencias o a lo que otra gente dice; un iconoclasta, en cambio, usa otros elementos como el miedo, la intuición y el debate para llegar a construir un pensamiento diferente. Y lanza nombres de iconoclastas famosos que crearon en base a esos elementos: Walt Disney, Steve Jobs -fundador de Apple- y Florence Nightingale, la enfermera que observando a los soldados heridos logró encontrar curas que los médicos no habían logrado resolver.