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jueves, 30 de agosto de 2012

Nanotecnología: la resistencia armada


En una reciente investigación por Leigh Phillips (NATURE), se abordan distintos puntos de vista en relación a los recientes ataques por extremistas anti-tecnología en contra de objetivos relacionados con nanotecnología, en particular lo ocurrido en México. Distintos investigadores y académicos mexicanos comparten su opinión respecto este problema, lo que le da al reportaje una visión local.

Recomiendo la lectura del texto en su totalidad, para tener una idea mas cercana a lo que está ocurriendo, que puede llevar a una reflexión de las causas y consecuencias.

 
o en PDF (directo desde aquí).

martes, 11 de octubre de 2011

Mexico must do more

Nature Materials 9,779(2010)
DOI: doi:10.1038/nmat2876


Two hundred years ago this September, Mexico gained political independence. With a population of about 100 million, Mexico is the largest Spanish-speaking country in the world and the second most-populous country in Latin America after Brazil1. Mexico boasts an abundance of natural resources, all of which are important to its economy, with oil being the main one2. All these factors make the country one of Latin America's key economies, well-supported by its membership in NAFTA, the North American Free Trade Agreement between the US, Canada and Mexico. At the same time, Mexico's 2008 investment in research and technological development (R&D) is only 0.37% of its gross domestic product (GDP), the lowest amongst 40 developed nations tracked by the Organization for Economic Cooperation and Development3.

There is no doubt that Mexico has improved access to education and literacy over the past few decades. A 2007 World Bank report4 that shows 97% enrolment at the primary level is a good indicator that more children are completing primary education. However, at higher education levels the situation is very different with only 26.3% gross enrolment for the tertiary level.

Despite such encouraging statistics in primary education, Mexico's scientific and technological output clearly lags behind its potential. In his Commentary on page 781 of this issue5, Arturo Menchaca Rocha, President of the Mexican Academy of Sciences, notes that only 0.7% of publications indexed by ISI Web of Knowledge are from Mexico, despite the country's 1.6% share of global population.

A key concern is of course the severe underfunding of science and technology in relation to the country's GDP. Brazil spends three times more on its research infrastructure — with considerable success — and Japan's R&D spending as a fraction of GDP is almost ten times higher. It is for this reason that Juan Ramón de la Fuente Ramírez, President of the International Association of Universities, a former Mexican Minister of Health and former Rector of the Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) in his interview with Nature Materials asks for a national long-term strategy that ensures continuity and progress in Mexican science6.


GETTY

The ancient Mayan observatory El Caracol in Yucatán is a testament to the long scientific tradition in this region.
Increasing research funding is of course no panacea. Even at the present level of funding inefficiencies exist, and there are significant asymmetries between institutions or even states in Mexico. UNAM's 2009 federal government funding stood at an impressive 1.6 billion US dollars7, which is larger than the budget of some states in Mexico8. Of course, UNAM is an enormous institution with more than 300,000 registered students. However, other publicly funded universities around the country do not have access to similar resources even though these institutions make important contributions to the research output of the country. In a situation where increased R&D funding seems inevitable, increases in budget could be used to even imbalances in funding as an efficient way of enhancing the country's research output.

Similarly, a dedicated funding of centres of excellence could attract Mexican researchers from abroad to return to their country. Mexico's National Science and Technology Council (CONACYT), for example, funds 27 research centres with a budget of about US$450 million. Germany's Max-Planck Society in 2007 ran 80 institutes and research centres on a total budget of 1.433 billion Euros. Even though Max-Planck Institutes tend to be smaller than CONACYT centres, at present exchange rates their funding per institute on average is almost 40% higher.

At the same time, the individual achievements of Mexican scientists are increasingly visible. The recent creation of Redalyc9, an open access journal repository for Latin America has improved the impact that local research has at a global level, and according to UNESCO is an important contribution to improving access to scientific knowledge10.

An important issue raised by both Menchaca Rocha and de la Fuente Ramírez is technology transfer. Mexico's industry needs to advance its innovative capacity and expand its capability for innovation. Fewer than two researchers per thousand work in industry11 and the business sector plays a much smaller role in the innovation process than the higher education sector. As a consequence, Mexico has an enormous dependence on foreign technology, and a very low rate of patents registered to Mexican nationals. During the 1990s the main objective in science and technology in Mexico was heavily concentrated on increasing the scientific research capacity of the country, and technological development was somewhat set aside.

Two hundred years ago Mexico achieved political independence. During the past century, the country has seen the creation of its higher-education institutions. For its next few decades, it is now time for Mexico to build on these achievements and to create a strong science and technology base for the benefit and prosperity of its people.

This Editorial, as well as the other editorial content of this focus issue, has been prepared in cooperation with Jesús Rogel-Salazar, a lecturer at the School of Physics, Astronomy and Mathematics at the University of Hertfordshire, UK.

domingo, 11 de septiembre de 2011

La investigación en México


Les comparto un escrito sobre un análisis personal a los resultados del SCImago Ranking del 2011, sobre la producción científica en Iberoamerica, América Latina y -en particular- en México. A mí lo que más me llamó la atención es la búsqueda de un parámetro que permitiera comparar productividad "per cápita" entre instituciones. A ver que les parece:

jueves, 17 de septiembre de 2009

Arrancan incubadora de nanotecnología

Con una inversión de 10 millones de dólares en construcción y equipo, hoy arranca operaciones una incubadora para proyectos de nanotecnología en el Parque de Investigación e Innovación Tecnológica (PIIT).Esta incubadora estará a disposición de empresas de la región interesadas en crear productos que incorporen nanopartículas en sus materiales, expuso Jesús González, director del Centro de Investigación en Materiales Avanzados (CIMAV) y presidente del Cluster de Nanotecnología en Nuevo León.Para dimensionar el tamaño de estas partículas, Humberto Terrones, investigador del Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (Ipicyt), explicó que la relación de una nanopartícula con un balón de futbol es la misma que la relación entre un balón de futbol y la Tierra.
La nanoincubadora ubicada en el PIIT contará con cinco plataformas distintas para hacer pruebas y producción de nanomateriales, adelantó González.Las empresas podrán usar la incubadora también para producir y diseñar prototipos y nuevos materiales.En su arranque, la incubadora contará con 10 empleados, 5 investigadores y el resto ingenieros y técnicos especializados en la materia.
Las empresas que utilicen estas instalaciones pagarán una cuota que incluye insumos, energía eléctrica y mantenimiento de las mismas, que a su vez estarán administradas por el CIMAV.

Buscan empresarios red

Como proyecto paralelo, González presentó ayer a empresarios locales la creación de una red de nanociencias y nanotecnología en el País.Esta red tiene como objetivo establecer vínculos entre empresas y académicos para generar desarrollo tecnológico en nanotecnología. Los centros de investigación que lideran esta red son el CIMAV y el Ipicyt. Ahora están buscando la participación de empresas en la red y un representante de este sector para participar en el consejo directivo de la misma.Durante los primeros dos años de su operación, la red contará con un presupuesto anual de 10 millones de pesos para proyectos vinculados a empresas.
Sergio Fuentes Moyado, quien dirige el Centro de Nanociencias y Nanotecnología de la UNAM, explicó a las empresas —que incluían a Cemex, Viakable, Vitro y Lamosa, entre otras— que esta red buscará impulsar proyectos propuestos por la iniciativa privada, para cambiar la manera de hacer investigación en el País.
Tradicionalmente, los académicos desarrollan investigación empujada sólo por aumentar el conocimiento de una materia, ahora buscan que la investigación que se realice en el País, esté impulsada por las necesidades del mercado.

http://www.elnorte.com/negocios/articulo/514/1026618/
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jueves, 27 de agosto de 2009

México 2080. Una profecía geopolítica

(tomado de NEXOS, Julio 2009)

George Friedman

Imaginemos que es el verano de 1900, que vivimos en Londres, entonces la capital del mundo. Europa rige Occidente. Apenas hay un lugar en la tierra que no esté bajo control, directo o indirecto, de alguna capital europea. Europa está en paz y goza de una prosperidad sin precedentes. Los vínculos europeos de inversión y comercio son tan amplios que hay quien sostiene que la guerra es imposible o que, de haberla, se resolvería en cuestión de semanas, ya que los mercados financieros no tolerarían esa tensión por mucho tiempo. El futuro parece nítido: una Europa próspera y pacífica gobernará el mundo.Imaginemos ahora que es el verano de 1920. Europa ha sido desgarrada por una guerra brutal. El imperio austrohúngaro, al igual que el ruso, el alemán y el otomano, han dejado la escena y han muerto millones en una guerra que duró varios años. La guerra terminó con la intervención de un ejército estadunidense de un millón de hombres, que vino tan rápido como se fue. El comunismo domina Rusia pero su futuro no es claro. Países que se han mantenido en la periferia del poder europeo, como Estados Unidos y Japón, surgen como grandes potencias. Todos coinciden, sin embargo, en esto: el tratado de paz impuesto a Alemania garantiza que este país no se repondrá en mucho tiempo.Imaginemos ahora el verano de 1940. Alemania no sólo se ha recuperado sino que ha conquistado Francia y domina Europa. El comunismo ha sobrevivido y la Unión Soviética es aliada ahora de la Alemania nazi. Sólo Gran Bretaña se opone a Alemania. Los observadores coinciden en que la guerra ha terminado. El destino de Europa parece decidido al menos para lo que resta del siglo: Alemania heredará el dominio sobre el mundo.Imaginemos ahora el verano de 1960. Alemania ha sido destruida hace quince años en una guerra. Europa ha sido ocupada, dividida en mitades por la Unión Soviética y Estados Unidos. Los imperios europeos se colapsan, Estados Unidos y la Unión Soviética compiten por el dominio del mundo. Estados Unidos tiene contra la pared a la Unión Soviética y podría aniquilarla en cuestión de horas, dado su abrumador arsenal de armas nucleares. Estados Unidos ha surgido como la superpotencia global. Domina los océanos y con su poder nuclear puede imponer condiciones en todas partes del mundo. Mantener las cosas en punto muerto es a lo más que pueden aspirar los soviéticos, salvo que invadan Alemania y conquisten Europa. Esta es la guerra que el mundo espera y para la que todos se preparan, con un nuevo fantasma en el trasfondo: el peligro de la China maoísta.Imaginemos ahora el verano de 1980. Los Estados Unidos han sido derrotados en una guerra de siete años no por la Unión Soviética, sino por Vietnam del Norte. La gran potencia es vista y se ve a sí misma en retirada. Expulsada de Vietnam, es expulsada también de Irán, cuyos campos petroleros parecen a punto de caer en manos soviéticas. Para contener a la Unión Soviética, Estados Unidos ha hecho una alianza con la China maoísta, luego de una amigable reunión de sus presidentes en Pekín. Esta alianza es vista como la única posibilidad de contener a la poderosa Unión Soviética, que parece la potencia emergente.
Imaginemos ahora el verano del año 2000. La Unión Soviética se ha colapsado. China es todavía comunista en el nombre pero capitalista en los hechos. La OTAN se ha extendido a Europa Oriental e incluso hasta la misma Unión Soviética. El mundo es próspero y pacífico. Las consideraciones geopolíticas son menos importantes que las económicas, y los únicos retos para la estabilidad son focos regionales de tensión como Haití o Kosovo.Llega entonces el 11 de septiembre de 2001, y el mundo se pone de cabeza nuevamente. Alcanzado este punto podemos saber que lo único seguro sobre el futuro es que el sentido común se equivoca siempre al imaginarlo. No hay ciclos mágicos de veinte años; no hay fuerzas simples que definen el camino. Lo que en algún momento de la historia parece sólido, dominante y duradero, cambia con sorprendente rapidez. Las épocas van y vienen. La mirada internacional de hoy es muy distinta de la que habrá dentro de veinte años o de la que había veinte años antes, cuando era difícil imaginar la caída de la Unión Soviética. El análisis político convencional padece una aguda falta de imaginación. Ve como permanentes las nubes pasajeras, y es ciego a los cambios a largo plazo que tienen lugar, sin embargo, ante los ojos del mundo.En los inicios del siglo XX era imposible prever acontecimientos como los que he mencionado. Pero hay ciertas tendencias que hubieran podido anticiparse y que de hecho se previeron. Era claro, por ejemplo, que Alemania, unificada en 1871, era una gran potencia atrapada en una posición insegura (entre Francia y Rusia) y necesitaba redefinir su situación europea y, por tanto, global. La mayoría de los conflictos de la primera mitad del siglo XX giraron en torno al lugar que Alemania intentaba ocupar en Europa. Aunque el momento preciso de las guerras no podía preverse, la probabilidad de la guerra era previsible; de hecho, muchos observadores la pronosticaron. Lo difícil de anticipar era que las guerras del siglo XX serían tan devastadoras como fueron y que, después de ellas, Europa perdería su dominio sobre el mundo. Pero hubo quienes predijeron, en particular después de la invención de la dinamita, que a partir de entonces las guerras serían catastróficas. Si la anticipación tecnológica se hubiera combinado con la anticipación geopolítica, habría podido adivinarse la estremecedora sacudida de Europa. Por lo que hace al surgimiento de Estados Unidos y Rusia como nuevas potencias, desde luego se habían anticipado en el siglo XIX. Tanto Alexis de Tocqueville como Friedrich Nietzsche presintieron el ascenso de estos países. De modo que, con rigor y buena suerte, en los primeros años del siglo XX habrían podido imaginarse sus hechos centrales.En los primeros años del siglo XXI podemos reconocer el rasgo fundamental de la época que se inicia, el equivalente de lo que fue la unificación alemana para el siglo XX. Hechos a un lado los imperios europeos, y lo que queda del antiguo imperio soviético, sólo resta en el escenario una superpotencia con poder abrumador: Estados Unidos. Estados Unidos parece enredar las cosas y cosechar reveses en distintas partes del mundo. Pero no hay que confundir el caos momentáneo con la tendencia de fondo. Económica, militar y políticamente, Estados Unidos es el país más poderoso de la tierra y no hay quien pueda desafiar ese poder. Como la guerra de Estados Unidos con España hace cien años, dentro de cien años la actual guerra entre Estados Unidos y el Islam radical será poco recordada, pese a la conmoción que provoca en nuestros días.Desde la guerra civil de 1862, Estados Unidos ha tenido un extraordinario crecimiento económico. Pasó de ser una nación marginal a ser una economía más grande que los cuatro países ricos que le siguen. Desde el punto de vista militar, pasó de ser una fuerza insignificante a dominar el globo. Desde el punto de vista político, Estados Unidos toca prácticamente todo, a veces con la intención de hacerlo, otras por efecto de su simple presencia internacional. Estas palabras parecen escritas por un fanático proestadunidense, pero lo único que quiero decir en realidad es que el mundo gira de una manera u otra en torno a Estados Unidos. Esto no se debe sólo al poder de Estados Unidos. También a un cambio fundamental sobre la forma en que funciona el mundo. Durante los últimos quinientos años Europa fue el centro del sistema internacional, y sus imperios crearon, por primera vez en la historia, un sistema global. La ruta fundamental era el Atlántico Norte. Quien controlara el Atlántico Norte controlaba el acceso a Europa, y el acceso de Europa al mundo. La geografía básica de la política global estaba encerrada en un espacio.Entonces, a principios de los ochenta del siglo pasado, sucedió algo notable. Por primera vez en la historia el comercio de la cuenca del Pacífico igualó al comercio trasatlántico. Con Europa reducida a una colección de potencias secundarias después de la Segunda Guerra Mundial, y el cambio en los patrones de comercio, el Atlántico Norte dejó de ser la llave de entrada única a todas partes. Ahora el país que controlara el Atlántico Norte y el Pacífico podría controlar, si quería, el sistema de comercio mundial y, por tanto, la economía global. En el siglo XXI todas las naciones con costa en ambos océanos tienen una gran ventaja geopolítica sobre las otras.Dado el costo de construir un poder naval y el enorme costo de desplegarlo en el mundo, la potencia capaz de habitar los dos océanos se vuelve el actor dominante del sistema internacional por la misma razón que Inglaterra dominó el siglo XIX: vivía en el mar y lo controlaba. En este sentido, Norteamérica ha reemplazado a Europa como centro de gravedad en el mundo y quien domina Norteamérica tiene prácticamente asegurada la posición de potencia global dominante. Al menos por el siglo XXI ese país será Estados Unidos.El poder acumulado de Estados Unidos y su posición geográfica lo convierten en el actor central del siglo XXI. Eso no lo hace un país querido. Por el contrario, su poder lo hace temible. La historia del siglo XXI, por lo tanto, en particular su primera mitad, girará en torno a dos enfrentamientos de signo contrario. Uno, el de las potencias secundarias formando coaliciones para tratar de contener y controlar a Estados Unidos. Segundo, el de Estados Unidos buscando impedir que tales coaliciones se formen.Si pensamos en los principios del siglo XXI como el amanecer de la Era Americana (sucesora de la Era Europea), podemos decir que ha empezado con una corriente de grupos y países musulmanes tratando de recrear el Califato, el gran imperio islámico que se extendió alguna vez del Atlántico al Pacífico. Este actor inesperado atacó Estados Unidos en un intento de llevar a la primera potencia del mundo a la guerra para demostrar su debilidad y detonar un levantamiento islámico. Estados Unidos respondió invadiendo el mundo islámico, pero su objetivo no fue la victoria. No es claro siquiera qué significa la palabra victoria en tales circunstancias. El objetivo fue simplemente dislocar el mundo islámico y voltearlo contra sí mismo, de modo que no pudiera surgir una coalición de mayor envergadura.Estados Unidos no necesita ganar guerras. Sólo necesita impedir que sus adversarios adquieran fuerza suficiente para desafiarlo. El siglo XXI podría ver distintas confrontaciones de potencias menores tratando de contrarrestar la acción estadunidense, y a Estados Unidos contrarrestándolas. Podría haber incluso más guerras que en el siglo XX, pero serán guerras menos catastróficas debido a los cambios tecnológicos y a la naturaleza del cambio geopolítico.La guerra entre Estados Unidos y el Islam está terminando y ya se anuncia un nuevo conflicto. Rusia recrea su antigua esfera de influencia, que inevitablemente será un desafío para Estados Unidos. Los rusos se moverán hacia el oeste sobre la gran planicie norte de Europa. En la reconstrucción de su poder, Rusia se topará con la OTAN, que domina Estados Unidos, en los tres países bálticos —Estonia, Letonia y Lituania—, lo mismo que en Polonia. Habrá otros puntos de fricción, pero lo más probable es que esta nueva guerra fría acapare las miradas cuando se diluya la guerra de Estados Unidos con el Islam.Parece inevitable que los rusos traten de reconstruir su poder y que Estados Unido trate de evitarlo. Pero al final Rusia no puede ganar. Sus profundos problemas internos, el declive de su población y su pobre infraestructura hacen que sus posibilidades a largo plazo sean sombrías. Enfrentarse a Estados Unidos en una segunda guerra fría no puede terminar sino en un nuevo colapso de Rusia.Muchos observadores creen que China, no Rusia, es el rival a vencer de Estados Unidos, su principal desafío. Difiero de esa opinión por tres razones. Primero, si se mira con cuidado un mapa de China, se advertirá que en realidad es un país físicamente aislado. Con Siberia al norte, los Himalaya y grandes selvas al sur, y la mayor parte de la población china en la región oriental del país, los chinos no podrán expandirse con facilidad. En segundo lugar, China no ha sido una potencia naval en muchos siglos, y construir una armada requiere mucho tiempo no sólo para hacer barcos sino para crear los marineros expertos y bien entrenados que se necesitan. Y hay una tercera razón, más profunda: China es estructuralmente inestable. En cuanto abre sus fronteras al mundo exterior, las regiones costeras se vuelven prósperas, pero la inmensa mayoría de los chinos del interior del país siguen siendo pobres. Esto crea tensión, conflicto e inestabilidad. Conduce a decisiones económicas tomadas por razones políticas, de lo que se deriva ineficiencia y corrupción. No es la primera vez que China se abre al comercio exterior, y no será la última que esa apertura traiga como resultado más inestabilidad. Podría no ser tampoco la última vez que surja una figura como Mao Tse Tung para cerrar el país al mundo, igualar la riqueza —o la pobreza— y empezar un nuevo ciclo. Hay quienes creen que las tendencias de los últimos treinta años de China durarán indefinidamente. Creo que el ciclo chino se moverá hacia su siguiente fase inevitable en la siguiente década. Lejos de ser un rival, China es un país al que Estados Unidos tratará de sostener y mantener unido como contrapeso a los rusos. El actual dinamismo económico de China no se traducirá, necesariamente, en un éxito de largo plazo.En el curso del nuevo siglo surgirán otros jugadores de peso mundial, países en los que no se piensa como grandes potencias hoy, pero que en mi opinión se harán más poderosos y sólidos en las siguientes décadas. El primero es Japón. Es la segunda economía del mundo y la más vulnerable por su dependencia de la importación de materias primas, ya que carece de casi todas ellas. Dada su historia de militarismo, puede anticiparse que Japón no permanecerá siendo la potencia pacifista marginal que hemos visto después de la Segunda Guerra Mundial. Sus profundos problemas demográficos y su horror a la inmigración en gran escala lo obligarán a buscar trabajadores en otros países. Las vulnerabilidades de Japón se han manejado hasta ahora mejor de lo previsto, pero lo obligarán con el tiempo a un cambio político sustantivo en su orientación global.
Luego está Turquía, hoy la economía diecisiete del mundo. La historia nos enseña que todas las potencias islámicas que han surgido han sido dominadas. El imperio otomano se derrumbó al final de la Primera Guerra Mundial, dejando a la moderna Turquía en su estela. Turquía es una plataforma estable en medio del caos. Los Balcanes, el Cáucaso y el mundo árabe son inestables. Conforme crezca el poder de Turquía —su economía y su ejército son ya los más fuertes de la región— crecerá la influencia turca.Por último está Polonia, que no ha sido potencia mundial desde el siglo XVI. Pero lo fue alguna vez y creo que lo será de nuevo. Dos factores pueden concurrir a este efecto. Primero, el declive alemán, cuya economía es grande y sigue creciendo, pero ha perdido el dinamismo que tuvo en los últimos dos siglos. Además, su población caerá dramáticamente en los siguientes cincuenta años, minando todavía más su poder económico. Si en su intento de reconstruirse los rusos presionan a Polonia desde el este, los alemanes no tendrán ganas de una tercera guerra con Rusia. Y este es el segundo factor: en ausencia del factor alemán, Estados Unidos apoyará a Polonia con un amplio respaldo tecnológico y económico. Puedo imaginar a Polonia emergiendo como potencia líder de una coalición de Estados enfrentados a Rusia.Japón, Turquía y Polonia tendrán que vérselas con unos Estados Unidos más fuertes y confiados aun de lo que estaban después de la caída de la Unión Soviética, lo cual podría crear una situación explosiva. La relación entre esos cuatro países impactará decisivamente el comportamiento del siglo XXI, al punto de que podrían conducir a una nueva guerra global. Sería una guerra distinta a todas las que se hayan librado hasta entonces, con armas que pertenecen hoy al reino de la ciencia ficción.Pero el hecho fundamental del siglo XXI que puede anticiparse es el fin de la explosión demográfica. Para 2050 los países desarrollados estarán perdiendo población a ritmos acelerados. Para el 2100 incluso las naciones menos desarrolladas tendrán tasas de natalidad bajas y una población estable. Desde 1750 el sistema global ha sido construido sobre la premisa de una población en crecimiento: más trabajadores, más consumidores, más soldados. En el siglo XXI la premisa del crecimiento demográfico llegará a su fin y la lógica del desarrollo mundial cambiará radicalmente. El cambio demográfico obligará al mundo a depender más de la tecnología, en particular de robots que sustituyan el trabajo humano, y se intensificará la investigación genética no tanto con el fin de extender la vida, sino para volver más productiva a la gente —y durante más tiempo.El hecho es que ya en la primera mitad del siglo XXI la quiebra demográfica creará una gigantesca escasez de mano de obra en los países avanzados, cuya preocupación actual es cómo contener a los inmigrantes. En el curso de la primera mitad del siglo XXI, el problema de los países ricos será convencer a los migrantes de que vengan, al punto incluso de pagar por ello. En la competencia por los migrantes escasos, Estados Unidos intentará por todos los medios lo que hoy rechaza: inducir la migración de los mexicanos a su territorio, un cambio irónico pero inevitable. Esta transición demográfica podría desatar la crisis final del siglo XXI. México es hoy la economía número quince del mundo. Mientras los europeos se diluyen, los mexicanos, como los turcos, crecerán hasta volverse, para fines del siglo XXI, una de las grandes potencias económicas del mundo. Durante la gran migración al norte alentada por Estados Unidos, el equilibrio de la población en los antiguos territorios mexicanos (los tomados en la guerra del siglo XIX) cambiará radicalmente hasta volver muchas de esas regiones predominantemente mexicanas. La situación podrá ser vista por el gobierno mexicano como una simple rectificación de derrotas históricas, pero puedo imaginar este propósito, digamos hacia el año 2080, la maduración de un serio enfrentamiento en Norteamérica entre Estados Unidos y un México de creciente poder y fortaleza. Ese enfrentamiento podría tener consecuencias sin precedentes para Estados Unidos y prolongarse más allá del año 2100.La idea de que el siglo XXI podría culminar en una confrontación entre México y Estados Unidos es difícil de imaginar en el año 2009, al igual que una Turquía o una Polonia poderosas. Pero recordemos, con el principio de este artículo, cómo se veía el mundo en distintos momentos del siglo XX, y admitamos que el sentido común no es el mejor consejero para predecir los cambios del mundo. Estoy convencido, sin embargo, de que pueden trazarse con alguna certidumbre las grandes líneas de esos cambios e intentar definirlos, y es lo que he tratado de hacer aquí, y con más detalle en las páginas de mi libro The Next 100 Years. A Forecast for the 21st Century.Naturalmente, entre más detallada, la predicción es menos confiable. Es imposible anticipar detalles precisos del siglo que empieza, aparte del hecho de que habré muerto cuando termine y no podré saber cuánto me equivoqué.

jueves, 23 de octubre de 2008

NANOMEX '08



Los próximos 4 y 5 de Noviembre (martes y miércoles, horribles días para organizar un congreso, pero en fin...) se llevará a cabo en UNIVERSUM de la UNAM este evento que pretende reunir en un sitio a la crema y nata de la nanociencia y nanotecnología mexicana (y como no queremos sentirnos menos, el Dr. Córdova y un servidor nos hemos invitado para codearnos con los grandes).


En fin, les reportearé lo que sea importante eventualmente...si alguien puede ir, no dude en intentarlo, valdrá la pena.
Lo malo de todo es (otra vez) el centralismo...pero bueno, algo positivo es que el Centro de Nanociencias y Nanotecnología de la UNAM (CNyN) está en Ensenada...una descentralización bárbara, que casi pone a este nuevo centro de investigación en Estados Unidos...una interesante metáfora.