miércoles, 9 de mayo de 2012

Bisphenol A y sus riesgos


El mundo en el que vivimos se preocupa acerca de los materiales que utilizamos cotidianamente. Un compuesto que afecte al medio ambiente o que perjudique la salud humana se elimina del mercado y se busca un reemplazo con tecnología verde y viable económicamente. Esto parece un modo lógico de proceder en una sociedad racional y responsable. Sin embargo, no todo es tan claro como decir bueno o malo. Existen compuestos que se encuentran en un hoyo legal, que se aprovechan de las deficiencias de los reglamentos establecidos por las organizaciones reguladores. Aquí es donde entra el Bisphenol A. Antes de comenzar, conoceremos brevemente el compuesto y el problema que presenta.
El Bisphenol A es un intermediario a la hora de producir policarbonatos y resinas de epoxi. Los policarbonatos se utilizan prácticamente en cualquier material que esté hecho de plástico y las resinas se utilizan para recubrir el interior de las latas de plástico. Con esto se puede observar que existe contacto con el Bisphenol A cotidianamente. Se ha observado que el Bisphenol A en el organismo tiene actividad endócrina y aquí es donde se inicia el debate.
Independientemente de si la molécula resulta ser dañina para la salud, aquí existen 2 problemas a analizar previo a tomar un juicio de su toxicidad. El primero sería las regulaciones que existen para este tipo  de compuestos cuya toxicidad se encuentra en tela de juicio. Lo segundo serían los intereses de por medio.
Los organismos reguladores utilizan pruebas que se realizan a gran escala y con dosis que se considerarían dañinas para el hombre. Estas pruebas arrojaron evidencia de que el Bisphenol A no es tóxico y que la ingesta diaria del hombre es mucho menor a la cantidad utilizada en las pruebas. He aquí lo interesante: Un grupo de científicos dice haber descubierto efectos nocivos para cantidades bajas de Bisphenol A, en lugar de grandes dosis. Suponiendo que los datos son verdaderos, esto generaría repercusiones en cuanto a la veracidad de los estudios realizados en otros compuestos. Muchas sustancias tendrían que ser reevaluadas y esto afectaría muchos intereses de por medio. Industrias, fabricantes y manufactureros se verían obligados a invertir en encontrar un reemplazo si algún material resultase tóxico. Es dinero que no los fabricantes no están dispuestos a gastar. ¿Cómo es posible creerle a un organismo que no es meticuloso en sus pruebas? ¿Cómo es posible saber si los intereses existentes influyen los estándares y los veredictos de ciertos compuestos?
Si bien es cierto que lo último es difícil de comprobar y solo genera morbo, lo primero es lo que verdaderamente nos afecta. Los organismos reguladores ignoran los resultados de dosis bajas ya que dicen no se pueden replicar en diferentes laboratorios. Cuando los organismos reguladores como FDA realizaron pruebas y no obtuvieron prueba alguna de la toxicidad, los otros científicos culparon al organismo de modificar las pruebas cambiando las condiciones en las que se realizaban. Las pruebas clínicas, aparentemente el único método fehaciente para comprobar la toxicidad, se ven afectadas por los intereses de diferentes grupos que solo nos afecta a nosotros, la sociedad que estamos a la espera de saber si un compuesto muy utilizado puede matarnos.
Si uno se tuviera que basar en lo que la lógica dice, lo más recomendable sería evitar lo más posible productos sintetizados con BPA. Se sabe con certeza que el BPA afecta en la actividad endócrina, sin importar que existan disruptores endócrinos naturales con mayor influencia que este. Hasta que no se tenga una batería de exámenes confiables donde se compruebe que el Bisphenol A no es tóxico en altas o bajas dosis, conviene disminuir su uso.

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