Es sabido que en el futuro los
paquetes de alimentos llevaran sensores insertados en su etiqueta que
detectarán, mediante un cambio de color, si se han degradado durante su
almacenaje. ¿Por qué no aplicar esos mismos sensores para ver si los que
estamos malos somos los consumidores? Esa es la idea que persigue Mike
McAlpine, un ingeniero investigador de la Universidad de Princenton (EE.UU.) que ha desarrollado un nuevo
tipo de sensor hecho de grafeno que va como un tatuaje dental y es capaz de
determinar cuando se sufre una enfermedad bacteriológica, e incluso, determinar
la clase de la patología que nos enferma gracias a las bacterias presentes en
el aliento.
Sólo hacen falta muy pocas
bacterias para poner a una persona enferma, así que la detección temprana de
estas pequeñas concentraciones bacterianas antes de que se extiendan añadiría
grandes posibilidades de éxito en su tratamiento.
Mediante
la implantación de péptidos cuidadosamente construidos sobre la superficie de
grafeno, McAlpine y su grupo han demostrado que los sensores pueden detectar
las bacterias de forma individual, recogiéndolas como si fuera un velcro.
Incluso pueden detectar bacterias a nivel de células individuales.
Los sensores de grafeno van
sobre una película de seda y se implantan sobre la superficie del diente como
si fuera una etiqueta de radiofrecuencia,
de tal manera que permite la comunicación inalámbrica con un detector. Esta
película de seda, al estar hecha de proteínas, se desvanece con la saliva
dejando el sensor de grafeno pegado al diente, mientras se mantiene adherido
fuertemente a la superficie gracias a las fuerzas de Van der Waals.
Esta es la primera vez que un dispositivo
ha sido conectado directamente con el tejido biológico y el grupo de Princenton ya ha
demostrado que los sensores también podrían hacerse de finas láminas de papel de oro soportadas
por una película de seda digerible, aunque todavía tienen un largo camino por
delante para lograr “dientes de oro” que nos detecten los males. Por ahora
McAlpine han utilizado un diente de vaca para el desarrollo.El siguiente paso
está en reducir su tamaño para que puedan ajustar realmente en un diente
humano, pero varios expertos en bioquímica ya han anunciado que están
impresionados con la investigación y por un diseño que mezcla control
inalámbrico, flexibilidad de formatos y rapidez, resultando una estrategia que
consideran “brillante”. Como un diente de oro sin ir más lejos.
Autor: Daniel Civantos
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